Medellín es todo y nada a la vez. Es el bello contraste entre el terror y la transformación. Bienvenido a una tierra herida, que con base en resiliencia, superó su trauma desde el narcotráfico. En el año 1991 fue la ciudad más violenta del mundo, 7.273 homicidios que en promedio son 20 por día. Entre 1988 y 1993, por la guerra entre los narcos y de ellos con el Estado, se vivían constantes atentados, carros bombas, petardos, masacres y asesinatos, hasta 12 por día se podían contar, como relaciona Ana Cristina Aristizábal en su libro Medellín a Oscuras, como ocurrió el 7 de noviembre de 1992. Pero luego de cada explosión, levantábamos la cara; tras de cada año triste, continuábamos; después de tanta sangre y dolor, nos transformamos. Entre más árida la tierra, más eficientes deben ser las raíces, más resistente se hace el árbol. Resiliencia y alegría son nuestras características. La ciudad, sus dirigentes y sus habitantes, nos hemos esforzado por florecer. Es innegable